Dr. Federico Martínez: El lenguaje silencioso del cuerpo
Desde la pérdida y la búsqueda personal, el doctor Martínez redefine la medicina moderna: la inflamación como señal, la prevención como camino y la salud como un arte de equilibrio interior.
MIAMI, FLORIDA – NOVIEMBRE 2025
En su oficina luminosa, donde los libros de medicina funcional conviven con fotos familiares, el Dr. Federico Martínez nos recibe para educarnos acerca de la inflamación, que lejos de ser un enemigo, es un aviso. “El cuerpo,” dice, “sabe más de lo que creemos. Solo hay que aprender a escucharlo.”
Presidente de San Ignacio University y especialista en inflamación, el doctor Martínez ha dedicado las últimas dos décadas a comprender un fenómeno que, aunque invisible, gobierna buena parte de nuestra salud moderna. Pero su búsqueda no comenzó en un laboratorio, sino en casa.
Hace veinte años, era un pediatra convencional, formado en la medicina tradicional. Todo cambió cuando su esposa enfermó de cáncer de pulmón a los 44 años. “Recibió quimioterapia, radioterapia, cirugía… y aun así falleció tres años después”, recuerda con un hilo de voz. “Ahí comencé mi búsqueda de una manera diferente de practicar medicina. No solo reparar, sino prevenir.” De aquella pérdida nació su encuentro con la medicina funcional, una disciplina que lo transformó por completo.
“La medicina funcional es una metodología”, explica. “Nos permite ver al paciente desde las causas, no solo desde los síntomas.” Con su tono pausado, desgrana los siete sistemas que, según su enfoque, sostienen la salud: el digestivo, inmunológico, energético, hormonal, cardiometabólico, de detoxificación y la infraestructura del cuerpo: huesos, músculos, articulaciones. “Cuando uno analiza sistema por sistema y corrige los desbalances, devuelve al cuerpo su bienestar natural. Eso es lo que hacemos.”
Lo explica con una claridad pedagógica que traduce lo complejo en lo humano. “Por ejemplo, la depresión. En la medicina convencional, se trata con fármacos. Pero muchas veces su origen es intestinal: una inflamación interna, una carencia de serotonina producida por un desequilibrio en la flora bacteriana.” Y con ese mismo hilo lógico, va enlazando conceptos: “El 85% de la serotonina se produce en el intestino. Si el intestino está enfermo, el cerebro también lo está.”
El doctor no lo dice desde la abstracción. Habla de pacientes reales, de historias donde el equilibrio intestinal devolvió la calma a mentes agitadas. “He visto casos de depresión que desaparecen cuando corriges una deficiencia de vitamina D3 o una alteración tiroidea. El cuerpo te da señales. Solo hay que interpretarlas.”
EL FUEGO INVISIBLE
Cuando Martínez habla de inflamación, lo hace con la precisión de un científico y la compasión de un guía. “La inflamación es un proceso que se instala poco a poco”, explica. “Es la acumulación de productos tóxicos que dañan las células.” Para medirla, recomienda una prueba sencilla: la proteína C reactiva. “Idealmente debe ser menor a 1. Si está en 8 o 9, el cuerpo está pidiendo ayuda.”
Los síntomas suelen ser difusos: dolores articulares, retención de líquidos, sobrepeso, fatiga. “Muchos piensan que son males de la edad, pero en realidad son alertas de inflamación interna.” Las causas, dice, se esconden en los hábitos cotidianos: una dieta cargada de azúcares, alimentos procesados, estrés, sueño insuficiente. “Hasta las conexiones sociales influyen. Hay que alejarse de los vampiros emocionales, esas personas que nos roban la paz, porque la paz, créeme, no debe ser negociable.”
Su enfoque integral no busca solo curar, sino educar. “El cuerpo no falla de la noche a la mañana. Se desequilibra con el tiempo. Pero también puede volver a equilibrarse.” Lo ha visto innumerables veces.
TESTIMONIOS DE LA CIENCIA
Uno de los casos que más lo marcó fue el de un niño diagnosticado con autismo. “Cuando lo vi, algo no encajaba. Tenía contacto visual, era hiperactivo, pero no parecía un cuadro cerrado.” Tras una batería de pruebas, Martínez halló lo que llama “un mapa de inflamación”: sensibilidad a alimentos, microbioma intestinal desequilibrado, hongos, anticuerpos contra la tiroides y deficiencia de neurotransmisores. “Le corregimos la dieta, equilibramos su intestino, suplementamos las vitaminas activas, tratamos la inflamación.” Tres meses después, el niño escribía mejor, hablaba con claridad, se comunicaba con su entorno. “Hoy es artista”, dice el doctor con una sonrisa que suaviza el relato. “Eso es lo que hace la medicina funcional: transforma vidas.”
Lo mismo ocurrió con su madre. A los 79 años, los médicos en Perú le dieron un año de vida. “La traje en silla de ruedas. Tres meses después caminaba. Cumplió 100 bailando con sus hijos.” En su voz se mezcla orgullo y gratitud. “Los cuatro médicos que le dijeron que moriría antes, se fueron antes que ella. Eso te demuestra el poder del cuerpo cuando lo ayudas a sanar.”
EL CUERPO COMO SISTEMA
Martínez se detiene un momento, toma aire, y retoma con una frase que desafía los cimientos de la medicina clásica: “Las enfermedades no existen. Lo que existen son desbalances en los sistemas del cuerpo.” Lo explica sin dramatismo, como quien revela una verdad evidente. “A la tiroiditis de Hashimoto la llaman enfermedad, pero en realidad es inflamación del sistema inmune causada por un intestino disfuncional. El 75% del sistema inmune vive en el intestino.”
Su crítica al modelo médico actual es contundente pero serena. “El problema es que los médicos tienen cinco minutos para ver un paciente. Es más fácil prescribir que investigar causas.” En su práctica, en cambio, dedica dos horas a cada caso inicial. “Yo no entrego solo una receta médica. Entrego cinco: una para nutrición, otra para ejercicio, otra para manejo del estrés, una para el sueño y una para las conexiones sociales.”
LA IMPORTANCIA DE TUS DECISIONES
La conversación gira hacia el cáncer, y su tono se vuelve grave. “El cáncer no es genético, es metabólico. Nace de una disfunción mitocondrial, del exceso de radicales libres.” Cita cifras que estremecen: “En Estados Unidos hay dos millones de nuevos casos cada año. Setenta personas mueren de cáncer cada hora.” Pero más que alarmar, busca despertar conciencia. “Las causas son los estilos de vida. No estamos haciendo lo correcto con nuestros cuerpos.”
De ahí su insistencia en la educación. “El 81% de las muertes en el mundo se deben a enfermedades crónicas, todas relacionadas con la inflamación.” Su propuesta es tan práctica como precisa: medio plato de vegetales (siete colores), proteínas de alta calidad, carbohidratos complejos como la quinoa o la papa dulce. Ejercicio 30 minutos, cuatro o cinco veces por semana. Dormir ocho horas. Meditar, orar, respirar. “Hasta la oración es una forma de meditar.”
Y, sobre todo, aprender a filtrar. “No solo los alimentos, también las emociones, las relaciones, el ruido del mundo.”
UNA VIDA MÁS LARGA, UNA VIDA MEJOR
Martínez mira hacia adelante con optimismo sereno. “El cuerpo humano está diseñado para vivir 140 o 150 años. Pero llegamos a 80 porque no cuidamos nuestros sistemas.” Habla del magnesio, del té verde, de los arándanos que “a los veinte minutos ya están haciendo bien en el cerebro”. Habla de niños que desayunan azúcar y llegan a la escuela sin energía. Habla de adultos que confunden cansancio con vejez. Y de cómo, al final, todo se reduce a una elección diaria: cuidar o ignorar.
“La inflamación no es un castigo”, repite. “Es una advertencia. Si la escuchamos, podemos transformar no solo nuestra salud, sino nuestra vida.” Y es que escucharla implica mirar cada decisión cotidiana con atención. Significa elegir relaciones que nos nutran, espacios que nos permitan tranquilidad y hábitos que fortalezcan nuestra vitalidad.
El mensaje del doctor Martínez es claro: la verdadera prevención empieza en la conciencia. Cada elección saludable, por mínima que parezca, es un acto de respeto hacia nuestro organismo, un paso hacia una vida más plena y longeva, y la oportunidad de transformar nuestra existencia.