Dra. Karem Noris Suárez y la memoria del entorno 

La doctora Karem Noris Suárez invita a mirar el cuerpo como un archivo vivo del ambiente, la historia y las decisiones que moldean nuestra salud.

MIAMI, FLORIDA – NOVIEMBRE 2025

Envejecer es, en cierto modo, un privilegio histórico. A comienzos del siglo XX, la esperanza de vida apenas superaba los treinta años. Hoy, en muchas partes del mundo, se acerca o incluso rebasa los ochenta. Sin embargo, ese logro estadístico encierra una paradoja que la doctora Karem Noris Suárez, doctora en investigación en bioquímica por la Universidad de Trieste, Italia, y especialista en medicina regenerativa, conoce muy bien: vivir más no significa necesariamente vivir mejor.

“Podemos tener una longevidad prolongada”, reflexiona, “pero lo que realmente importa es la calidad de esos años”. La médica e investigadora, CEO de Ingencel y profesora en la Universidad Internacional de Valencia, dedica su trabajo a explorar precisamente esa frontera entre cantidad y calidad de vida: el delicado equilibrio entre los avances científicos que sostienen la existencia y los hábitos cotidianos que la hacen digna de ser vivida.

Noris Suárez habla desde una mirada biológica, pero con una sensibilidad profundamente humana. A menudo recurre a imágenes simples para explicar sistemas complejos. “Nuestro cuerpo está hecho de treinta billones de células que deben coordinarse para que podamos pensar, movernos o simplemente pestañear”, dice. Cada una de esas células necesita un entorno saludable para funcionar, del mismo modo en que una comunidad necesita orden. En su metáfora favorita, cada tejido es una urbanización, y el sistema inmunitario, su policía. Cuando esa policía se altera, por estrés, por una alimentación inadecuada, por hábitos que dañan su equilibrio, termina disparando a todos, incluso a los ciudadanos inocentes. Así aparecen las enfermedades autoinmunes, esos desórdenes en que el cuerpo, confundido, se ataca a sí mismo

La inflamación crónica, explica, es el sello del envejecimiento moderno. Ya no son las infecciones, tan temidas en siglos pasados, las que definen nuestra vulnerabilidad, sino la degeneración que acumulamos. El sistema inmune, diseñado para protegernos, se desajusta por la sobrecarga del entorno, la comida procesada, el estrés permanente. “Nos hemos dedicado a sostener la vida”, apunta, “pero no necesariamente la calidad de esa vida”.

Esa reflexión cobra una dimensión personal cuando evoca la historia de su abuela, que murió a los cien años, pero pasó sus últimas décadas postrada, dependiente, despojada de autonomía. “Ella era una mujer envejecida a los cuarenta y cinco”, recuerda. La anécdota no es nostalgia: es un recordatorio de que la longevidad sin vitalidad no es un triunfo. “Si voy a morir a los ochenta”, dice con convicción, “quiero hacerlo con la cabeza bien puesta y con un cuerpo que aún me permita hacer lo que necesito hacer”.

EL CUERPO, EL ENTORNO Y LA EDUCACIÓN PARA ENVEJECER

Para la doctora Noris Suárez, el gran vacío está en la educación sobre el envejecimiento. “No nos preparan para la adolescencia, y mucho menos para la menopausia”, comenta. Este último tema, observa, sigue siendo tabú, y sin embargo marca un punto de inflexión biológica que comienza antes de lo que muchos imaginan. “La menopausia empieza a los treinta y cinco años”, asegura. A partir de esa edad, el cuerpo deja de construir masa ósea y comienza a perderla; los procesos hormonales cambian, y el organismo necesita atención y cuidado consciente.

La falta de información, sumada a los hábitos modernos (estrés, mala alimentación, vida acelerada) acelera el desgaste. “Eso”, dice con énfasis, “es envejecimiento”. Su enfoque científico no la aleja de la vida cotidiana; más bien, la acerca a ella. Habla de epigenética, de la huella invisible que dejan las sustancias químicas del ambiente, los conservantes en los alimentos, los pesticidas que alguna vez prometieron frutas perfectas y hoy se acumulan en nuestros cuerpos. Explica cómo esas exposiciones no solo afectan a quien las sufre, sino que pueden transmitirse, en cierta medida, a las generaciones siguientes.

“Veo en mis hijas ciertas condiciones que yo no tuve”, confiesa. “Mi madre era mucho más sana en su manera de alimentarnos. No existían tantos productos industrializados. Yo, sin saberlo, les di compotas industriales, alimentos prácticos, pero menos naturales”. Lo dice sin culpa, pero con la claridad de quien ha aprendido a mirar hacia atrás con espíritu crítico.

A lo largo de la conversación, la doctora va desmantelando mitos arraigados. Uno de los más persistentes: el temor al colesterol y a las grasas. “Durante años nos dijeron que debíamos comer muchos carbohidratos y casi nada de grasa”, comenta. “Ahora sabemos que ese exceso de carbohidratos está relacionado con el hígado graso, un problema que puede derivar en enfermedades mucho más graves”. Cada concepto es explicado con la serenidad de quien ha visto la ciencia corregirse a sí misma. No hay dogmatismo, sino la certeza de que el conocimiento está vivo y evoluciona.

SABER REBELDE Y LA MEDICINA DEL FUTURO

Esa visión crítica y constructiva se traduce en su nuevo proyecto, Saber Rebelde, que nacerá en 2026 como un canal para divulgar ciencia desde una perspectiva integradora, dirigida especialmente a la comunidad latina. “La visión es romper paradigmas”, afirma. Romper el miedo al colesterol, entender que la hipertensión tiene también raíces emocionales, que la salud mental es inseparable del bienestar físico. Hablar de medicina regenerativa, sí, pero también de meditación, de música, de aromaterapia, de todo aquello que contribuya a restaurar la armonía del sistema nervioso.

Entre esos temas, Noris Suárez no elude uno que sigue siendo polémico: el uso terapéutico del aceite esencial de cannabis. Lo defiende con conocimiento científico y precisión conceptual. “No hablo del cannabis que se fuma”, aclara, “sino de los aceites que contienen combinaciones de sus compuestos activos en dosis controladas, con efectos desinflamatorios y reguladores del sistema nervioso e intestinal”.

Explica que el cuerpo humano posee su propio sistema que recibe estas sustancias en todo el organismo. “Fue el descubrimiento que me permitió entender cómo se integran el hueso, el páncreas, el tejido adiposo y el sistema nervioso”, confiesa. Esa interconexión, dice, es la base de la salud: la evidencia de que nada funciona de manera aislada.

CUIDAR EL TIEMPO QUE NOS CUIDA

Detrás de su discurso se percibe una ética clara: la ciencia no puede limitarse a prolongar la existencia; debe ayudarnos a vivir con plenitud. En esa frase se resume la esencia de su trabajo, que combina docencia, investigación y práctica aplicada. “Nuestro cuerpo está diseñado para repararse todos los días”, recuerda. Pero para que esa capacidad se mantenga, hay que darle las condiciones adecuadas: descanso, nutrición, serenidad, propósito.


DRA. KAREM NORIS SUÁREZ
@karenmnoris en IG

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