Lismar Lyon: Contra corriente

Desde sus primeros chapoteos hasta las marcas olímpicas, la atleta venezolana redefine lo que significa avanzar cuando todo parece un desafío.

MIAMI, FLORIDA – NOVIEMBRE 2025

A las seis de la mañana, cuando la ciudad aún bosteza y el cielo apenas empieza a aclarar, Lismar Lyon  (“Lili” para quienes la conocen) ya está en el agua. La piscina, extensa y silenciosa, refleja los primeros destellos del sol mientras su cuerpo se desliza con precisión casi coreográfica. No hay público, no hay aplausos. Solo el sonido del agua rompiéndose a su paso. Es en ese espacio, entre la quietud y la exigencia, donde Lismar ha aprendido a ser quien es: atleta, mujer, y testimonio de una disciplina que nació mucho antes de su primer podio.

“Desde los tres años estoy tocando piscinas”, recuerda con una sonrisa. Hija de una familia donde el deporte era más una herencia que una elección, Lismar creció observando a sus hermanos nadar. Cada fin de semana, el ritual se repetía en el Club Náutico, ese lugar donde el agua era refugio y juego. “Mi papá me enseñó a patear, aunque más bien era chapotear”, dice entre risas. Lo que comenzó como una forma de entretenimiento familiar pronto se convirtió en una pasión indeleble. 

A los ocho años ya entrenaba con técnica, disciplina y la determinación de quien había encontrado su elemento natural. Su historia podría haberse quedado en una anécdota de infancia, pero la natación la llevó más lejos, literalmente. Ha representado a Venezuela en cuatro campeonatos mundiales y participó en los Juegos Olímpicos de la Juventud. Cada competencia, confiesa, le dejó una huella distinta, pero hay dos que marcaron su carácter de manera definitiva.

EL VALOR DE LA CONSTANCIA

La primera fue su clasificación a los Juegos Olímpicos Junior, durante uno de los periodos más difíciles del país, entre 2017 y 2018, cuando las protestas y las restricciones hacían casi imposible entrenar. “No se podía entrenar bien. Había que buscar la manera, caminar largas distancias, encontrar una piscina disponible, y sobre todo, no rendirse”. La preparación fue precaria, pero la determinación, férrea. “Nadie se lo esperaba”, recuerda. “No habíamos entrenado como queríamos, pero lo logramos. Hice la marca olímpica, y luego, a los dos meses, la otra. Fue increíble”.

Años después, un reto completamente distinto la llevaría a otra arena, muy lejos del cloro y los cronómetros: la competencia televisiva Exatlón All-Stars. Allí, entre pruebas extremas y aislamiento total, Lismar descubrió una faceta más íntima de su resistencia. “Estuve dos meses sin teléfono, sin contacto con mi familia”, cuenta. “Aprendes a valorar muchísimo más las cosas. Estás con personas que se vuelven una familia, pero tu verdadera familia está afuera, viéndote, y tú solo piensas: ‘cómo deseo dar un abrazo, cómo deseo mandar un mensaje’”.

Aquel silencio, impuesto por la distancia, la transformó. “Cuando regresé, le di valor a todo: al entrenamiento, a la rutina, incluso al cansancio”. Desde entonces, dice, no ha vuelto a quejarse de tener que madrugar o de la fatiga. “Antes decía: ‘no quiero ir a entrenar’, ahora pienso: ‘tengo que aprovechar el tiempo, allá no tenía piscina’”.

DISCIPLINA, CUERPO Y MENTE

Su vida hoy es una coreografía de horarios y compromisos. Entre el entrenamiento matutino, el gimnasio donde practica CrossFit, y su trabajo, cada día es una prueba de organización y voluntad. “Hay días que duermo tres o cuatro horas, pero voy igual. Eso es disciplina”, dice con serenidad. Su semana está pautada casi al segundo: lunes, miércoles y viernes a las seis en punto de la mañana en el agua; luego al box; después al trabajo. Martes y jueves, sesiones de velocidad por la tarde. Sábados, una rutina doble de natación y gimnasio. “A veces quisiera descansar más, pero me gusta sentir que el día me rinde”, admite.

La alimentación, por supuesto, es otra parte fundamental de su equilibrio. “Desde pequeña mis padres me inculcaron comer sano. Casi nunca comíamos en la calle. Si ahora como frituras, me caen mal”. No sigue dietas estrictas, pero mantiene un orden natural que viene de casa: nada de grasas, salsas ni excesos. “Como saludable, siempre. No es algo que transformé en el camino, es lo que aprendí desde niña”.

Hace poco comenzó a probar suplementos naturales, después de muchos intentos fallidos. “Todos me caían mal, me daban dolor de cabeza o inflamación. Pero encontré una marca que me ha ayudado con la recuperación. Me siento mucho mejor”. Habla de ello con una mezcla de alivio y curiosidad científica, como quien finalmente encuentra la fórmula que faltaba para completar su preparación.

Más allá del cuerpo, hay algo que Lismar cuida con especial atención: la mente. “La parte mental es la más difícil”, confiesa. “Tienes que estar preparada para todo. A veces estás cansada, frustrada, sin dormir… pero vas igual. Es disciplina, pero también es fortaleza mental. Aprender a empujar cuando no hay energía es lo que te hace avanzar”.

Esa mentalidad, forjada entre el esfuerzo físico y la reflexión, define su filosofía de vida. Cuando se le pregunta qué mensaje daría a quienes sueñan con llegar lejos pero se sienten detenidos, su respuesta fluye con la misma naturalidad con que se desliza por el agua: “Todo pasa por algo. Si te caes, es porque necesitas aprender algo para levantarte mejor. Lo importante es no rendirse. Si te va mal, da gracias; si te va bien, también. En ambos casos hay aprendizaje”.

SIEMPRE EN MOVIMIENTO

Hay en sus palabras una serenidad contagiosa, esa calma que solo da quien ha aprendido a convivir con la exigencia sin perder la gratitud. Quizás por eso, al escucharla, uno entiende que la verdadera conquista de Lismar Lyon no está solo en las medallas o los récords, sino en la forma en que ha hecho de su vida una lección de constancia y humildad.

En ella, el agua no es solo escenario ni herramienta: es espejo. En cada brazada, se refleja la niña que aprendió a chapotear en el club familiar, la joven que cruzó el país buscando una piscina abierta en tiempos difíciles, la mujer que hoy sigue nadando antes del amanecer. Siempre hacia adelante. Siempre en movimiento. Porque, como el agua, Lismar Lyon no se detiene.


LISMAR LYON
@lismarlyon en IG

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