Yuvanna Montalvo: Encontrando el Rumbo

Disciplina de atleta. Alma de Artista.

Entre olas, vientos y cámaras, Yuvanna nos cuenta sus secretos para mantener el equilibrio mientras navega la vida.

MIAMI, FLORIDA – JULIO 2025

El viento juega con su melena castaña mientras la proa del barco corta las aguas de Miami. Es una mañana fresca y brumosa, el tipo de clima que no se espera en la ciudad del sol, pero que de alguna manera le da un aire cinematográfico a nuestro encuentro con Yuvanna Montalvo.

La actriz venezolana encarna todo lo que esta edición representa: elegancia sin esfuerzo, salud con estilo, belleza con disciplina. Se mueve con naturalidad frente a la cámara, pero entre una toma y otra, no está pensando en luces ni encuadres. Está revisando su teléfono, pendiente de su hija. Está en modo madre, aún sobre un yate, aún en plena producción.

Y es que para Yuvanna, la vida no va por compartimentos. Es actriz, mamá, esposa, deportista, empresaria, y no pretende escoger una sola casilla.
“Primero está su estabilidad”, dice hablando de su hija, “pero eso no significa que yo deje de soñar. Mis proyectos siguen allí. Van de la mano. Porque si no, es muy difícil.”

Lo suyo no empezó con castings ni audiciones. Empezó bajo el sol. A los pocos años ya estaba compitiendo en torneos de tenis. El bronceado era permanente. Las horas en cancha eran interminables. Y fue precisamente ese tono de piel el que, de forma curiosa, la llevó frente a una cámara por primera vez.
“Me llamaron para un comercial de detergente. Querían mostrar lo blanco que quedaba la ropa, y yo era el contraste perfecto”, cuenta entre risas.

Ese fue el inicio de una carrera que la llevaría a convertirse en uno de los rostros más reconocidos de la televisión venezolana.
Pero, como todo en su vida, la transición fue natural.
“El deporte fue mi escuela. Me dio estructura, me enseñó a manejar la presión, a trabajar por objetivos. Y eso se traduce directamente al trabajo artístico. Todo tiene que salir perfecto.”

Lo dice con firmeza, pero sin rigidez. Con ese tipo de seguridad que no grita, pero se impone.

Hoy, la rutina de Yuvanna está lejos de parecerse a la de una deportista profesional, pero la disciplina sigue allí. Su día comienza temprano, a veces con entrenamiento, otras preparando desayunos escolares. Pero siempre hay espacio para moverse.
“Yo necesito entrenar. No por estética, sino porque me hace sentir bien. Es mi momento, mi terapia.”

Entrena a su ritmo. Incluso cuando lo hace con su esposo, el actor Juan Carlos García, cada quien va por su lado.
“Me pongo mis audífonos y entro en mi zona. Que no me hablen, que no me interrumpan. Tengo una hora para mí, y la voy a aprovechar. La gente nos ve y piensa que estamos peleados, pero nada que ver. Es concentración total.”

No es una fanática de las dietas. Cree más en el equilibrio que en la restricción.
“En casa comemos de todo. Sabemos cuáles son nuestros límites. Sabemos cuándo es un exceso, cuándo algo nos va a hacer daño. Y eso es lo que trato de enseñarle a mi hija. Si le prohíbo los dulces, cuando los pruebe afuera se va a querer comer todos. Prefiero que aprenda a disfrutarlos con medida.”

La conversación gira en torno a la salud, pero no se queda en lo superficial. Para Yuvanna, el bienestar va mucho más allá del cuerpo. Por eso se certificó como coach de hipopresivos, una técnica de respiración y tonificación.
“Lo hice para mí, pero luego quise compartirlo. Porque el cambio para verse y sentirse mejor empieza desde adentro. Y eso es lo que quiero transmitir a otras mujeres.”

La sesión en el yate fluye como las olas. En un momento la vemos sentada al volante, como capitana de su propio destino. En otro, recostada sobre la cubierta, con el mar como fondo y el viento jugando con su melena. Lleva puestas piezas de SN Sport —una línea que se mueve entre lo atlético y lo chic—: crop tops con bordes ondulados, faldas plisadas, sudaderas oversized, viseras beige que evocan la estética country club con un twist moderno.

No es solo ropa. Es una declaración de principios.
Yuvanna no cree en elegir entre ser fuerte o ser elegante. En ella conviven las dos cosas.

“Soy una mezcla entre lo muy femenino y lo muy machito”, confiesa entre risas. “He intentado el boxeo, por ejemplo. Me gusta la energía que se siente. Aunque no lo practicaría profesionalmente… es demasiado agresivo. Pero pegarle a un saco, eso sí. ¡Con gusto!”

La conversación inevitablemente vuelve a su hija. Juega tenis, como su mamá, y parece haber heredado el mismo espíritu competitivo.
Pero Yuvanna no quiere imponerle nada.
“Me emociona verla en la cancha, claro, pero quiero que lo disfrute. No se trata de repetir mi historia, sino de que encuentre su propio camino.”

Y si algo ha aprendido con el tiempo, es que el verdadero éxito no está en la cantidad de logros visibles, sino en la paz con la que se vive el día a día.
“Yo ya no quiero correr. Quiero construir cosas que tengan sentido. Que duren.”

Por eso el proyecto que viene —aún confidencial, pero relacionado con el bienestar femenino— le emociona tanto.
“No puedo contar mucho todavía, pero sí puedo decir que es algo hecho con el corazón. Quiero que las mujeres se sientan bien con ellas mismas. No por cómo se ven, sino por cómo se sienten.”

Las últimas tomas se hacen mientras el yate regresa a puerto. El cielo, ahora despejado, deja caer un sol suave que baña el rostro de Yuvanna con una luz dorada.
Mira hacia el horizonte, tranquila. Podría ser el cierre de una película. Pero es solo otro día en la vida de una mujer que ha aprendido a encontrar belleza en el balance, fuerza en la suavidad, y éxito en el silencio.
Cuando le preguntamos cuál es el secreto, no hay dudas:
“Constancia y conexión con una misma. Todo lo demás es ruido.”

Y mientras la tarde se despide sobre la bahía, queda claro que Yuvanna no está siguiendo tendencias:
está marcando su propio camino. Uno donde el bienestar no es un destino, sino una forma de vivir.

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@yuvannamontalvo

ENTREVISTA Y FOTOGRAFÍA:
MANUEL ABREU SWANSTON
@abreuswanston

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